EL PASO DE LA
LAGUNA ESTIGIA
TÍTULO: “El paso de la laguna
Estigia” AUTOR: Joachim Patinir
CRONOLOGÍA: 1519-1524 ESTILO: Renacentista
TÉCNICA: Óleo sobre tabla UBICACIÓN: Museo del Prado
Esta pintura de Patinir destaca
por su originalidad y su composición, distinta a la habitual, formada por
planos paralelos escalonados. Favorecido por el formato apaisado de la tabla,
el autor divide verticalmente el espacio en tres zonas, una a cada lado del
ancho río, en el que Caronte navega en su barca con un alma.
Tomando como fuente de
inspiración las representaciones anteriores del Paraíso o del Purgatorio del
Bosco, decisivas en su proceso y creación final, Patinir reúne en una única
composición imágenes bíblicas junto a otras del mundo grecorromano. El ángel
situado en un promontorio, los otros dos, no lejos de éste, que acompañan a las
almas, y algunos más, junto con otras almas minúsculas, al fondo, permiten
conocer a la izquierda el Paraíso cristiano. Por el contrario, el Cancerbero
parece identificar el Infierno representado a la derecha con Hades, asociándolo
con la mitología griega, lo mismo que Caronte con su barca.
Patinir sitúa la escena en el
momento en que Caronte ha llegado al lugar en que se abre un canal a cada lado
de la Estigia, momento de la decisión final, cuando el alma a la que conduce
tiene que optar por uno de los dos caminos. Debe conocer la diferencia entre el
camino difícil, señalado por el ángel desde el promontorio, que lleva a la
salvación, al Paraíso, y el fácil, con prados y árboles frutales a la orilla,
que se estrecha al pasar la curvatura oculta por los árboles y conduce
directamente a la condenación, al Infierno. El modo en que Patinir representa
el alma, de estricto perfil, con el rostro y el cuerpo girado en dirección al
camino fácil, que lleva a la perdición, confirma que ya ha hecho su elección y
que esa es la vía que va a seguir.
A fines
de la Edad Media existía toda una serie de metáforas para expresar esta idea,
tanto bíblica como clásica. De todas ellas, Patinir parece haberse inspirado en
el Evangelio de San Mateo. No hay duda de que refleja en esta obra el pesimismo
de una época tan turbulenta como la que le tocó vivir, en plena Reforma
protestante. Al llevar a cabo esta obra, Patinir la convierte en un memento
mori, en un recordatorio, a quien la contemple, para que quede
avisado de que es preciso prepararse para este momento e, imitando a Cristo,
seguir el camino difícil, sin hacer caso de los falsos paraísos y tentaciones
engañosas.
Se
desconocen los motivos que tuvo el comitente para mandar hacer a Patinir una
obra como ésta y tampoco se sabe el lugar para el que fue destinada, aunque más
que un cuadro de altar parece una pintura de gabinete, propio de ambientes
cercanos al humanismo. Al no tener un modelo previo, el pintor -sin duda
ayudado por el cliente o su mentor- tomó como fuente de inspiración
representaciones anteriores del Paraíso o infernales para el Purgatorio,
particularmente las del Bosco, que fueron decisivas a lo largo del proceso
creativo y en su consecución final. Con ayuda de los infrarrojos y los rayos X
se comprueban los cambios realizados en su idea inicial. Si ya son notables en
el Paraíso, con sus construcciones fantásticas evocadoras del Jardín
de las Delicias del Bosco, que le otorgan en superficie
una apariencia mucho más bosquiana que en el dibujo, en el Purgatorio son aún
más importantes. Por el contrario, aquí su deuda con el Bosco es menor que en
el dibujo subyacente. El demonio gigantesco visible desde la orilla se elimina,
y el primer plano se convierte en un falso Paraíso, enfrentado a los arrecifes
que dificultan la entrada al verdadero. De ese modo, el cuadro se equilibra y
conceptualmente se expresa de forma mucho más convincente la idea del alma en
la encrucijada. Y no sólo eso, cuando se contempla el cuadro en conjunto, una
vez más, el paisaje es el que domina y los préstamos tomados del Bosco -o las evocaciones de su
pintura- se reducen, al no multiplicar el pintor el número de demonios y
condenados y empequeñecer su escala -como también la de los ángeles, los
elegidos y los animales del Paraíso- hasta el punto de ser casi imperceptibles
sobre el fondo.
Por lo
que respecta a la autoría, tanto el dibujo como la forma de materializar el
color abogan por que se trata de una obra autógrafa de Patinir, realizada sin
colaboración, en la que Caronte muestra las características propias del pintor.
En lo que concierne a la cronología, es difícil de precisar. Sin duda pertenece
al periodo más tardío del pintor, unos años antes de su muerte, que seguramente
ocurrió en 1524.